En la garita…

En la garita…

Si, es en la garita, así llamo al sótano-camarines de actores del Rojas, justo debajo del escenario, donde recluidos de los gritos muscarianos “Vamos chicos, los necesito en el escenario, tengo que hacer cambios”…justo 10 minutos antes de empezar la función, es donde (me) palpitó lo político.
Desde el exitismo, bullicio (hay millones de palabras para adjetivar la década del 90, ahora, con neuronas semi-dormidas se me ocurren estas) de los 90, donde cada uno se peleaba, sin pelearse, por una silla, un cachito de espejo donde verse reflejado y embellecer aún más (porque como bien dijo Maruja, todos tenemos nuestra belleza) esa imagen que ofrecimos al verdadero espejo del actor, el público.
Desde el casi silencio expectante que contiene la fiera antes del inicio de la pelea, que significó lucha de clases donde cada uno de nosotros salió al ruedo a exponer, defender una idea, un sentimiento, etc.
Desde “el vestirse de fiesta” para ir a la fiesta, a la fiesta de nuestra niñez, donde todos nos mirábamos sorprendidos, extasiados, maravillados y contentos, como niños…
Desde lo absolutamente grupal y generoso que, desde mi imaginario, genera la idea de peronismo, donde hubo intercambio de pinturas, planchas para la ropa, un peinador maravilloso de las evas, sillas que cambiaban de dueños sin nunca ser apropiadas por nadie.
Me hubiese gustado hacer una puesta en escena de esto. Mi puesta ideal hubiese sido la que imagino para El Balcón de Jean Genet: un gran agujero, donde el público se asoma para ver lo que pasa abajo.

Le agradezco a Muscari haberme convocado para este Ciclo, disfruté muchísimo, aprendí, tuve hallazgos personales magníficos. Le agradezco su generosidad por “dejar mostrar” lo que uno siente, con sus imperfecciones, sus aciertos, sus egos, etc., etc., etc. Agradezco su puesta en escena.
Agradezco a Ezequiel Muffin, sensibilidad pura y exquisitez.
Y agradezco a todos mis compañeros por estos tres meses de intercambios y generosidades.
Armenia